Vol. 12 (2009)
Artículos

Diego Catalán y el romancero

Publicado 2023-07-12

Palabras clave

  • --

Resumen

Me amparo en el antiacademismo natural de Diego Catalán para dar comienzo a esta reseña de una manera algo informal y atípica, adoptando y adaptando conceptos y términos de un ámbito tan lejano del de las letras como es el de la economía. Haré un uso metafórico, pero en cuanto tal no tan impropio, del campo de la empresa. Y a una empresa comparo la actividad científica de Ramón Menéndez Pidal, iniciada invirtiendo un sólido patrimonio de dotes intelectuales en una serie de calas en la historiografía medieval de raigambre alfonsí, que le permiten comprobar casi de inmediato sus potenciales de renta; sobre todo, las encuestas en otro campo de inversión, se anuncian muy novedosas y rentables: es el campo de la épica juglaresca, que quedaba inexplotado por considersarse casi inexistente en suelo hispánico la materia prima. Al mismo tiempo don Ramón explora, con inversiones iniciales casi marginales, un tercer campo, el de la historia de la lengua, así como había empezado a hacer con un cuarto posible campo colateral a la épica, o sea el del romancero. Al empezar el siglo XX, el patrimonio de Menéndez Pidal está ya casi por entero y sólidamente empleado en esos cuatro campos, cuya productividad crece con inversiones constantes. A la gestión de la empresa se suma algún miembro de la familia; entran, como socios de minoría, unos detentores de buenos patrimonios, que tienen ya algunas actividades afines propias, o se las crean y robustecen derivándolas de la empresa común.